Reflexiones sobre el impacto del calentamiento global en los más pobres del Perú en base a la encíclica del papa Francisco Laudato si´
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Por Felipe Zegarra
Antiguo integrante del MC PQNSR, profesor de Teología y miembro de Comunidades Cristianas.
A mediados de junio, el Papa Francisco –que prefiere ser conocido como “obispo de Roma, iglesia que preside la comunión de todas las iglesias”- escribió su primera carta encíclica, que según lo acostumbrado, tiene un título en latín, Laudato si´, es decir, Alabado seas[1]. En este documento habla largamente sobre el cambio climático o, mejor, sobre el calentamiento global, de todo nuestro planeta Tierra.
El problema que plantea con bastante detalle es muy claro: la temperatura está aumentando. Aquí lo palpamos con un nuevo “Niño” que nada tiene de leve, aún falta lo peor. Sabemos que la nieve de las altas montañas disminuye de norte a sur; se agrandan las lagunas andinas, que amenazan desbordar, el mar aumenta de nivel y maltrata las costas. En general, el clima es cada vez más imprevisible, dificultando las cosechas.
El Papa plantea como explicación en su carta que, desde que nace y crece sin cuidado la tecnología, la intervención humana se ha vuelto devastadora. Su explicación se basa en los numerosos y enormes informes de gobiernos (Inglaterra, 2006) y de instituciones respaldadas por las Naciones Unidas.
¿En qué consiste el problema? Cada vez más las industrias y en la vida moderna se recurre a fuentes de energía como el carbón, el petróleo y también el gas. Estas fuentes energéticas, que mayoritariamente son extraídas del subsuelo, además de que se van a agotar pronto (son no-renovables), contaminan con el planeta gases tóxicos (dióxido de carbono, metano, etc.).
En el ambiente - aire, tierra, ríos, mares-, en la actualidad se produce un “efecto invernadero” o sobrecalentamiento de la atmósfera. La enorme devastación –en la Amazonía, sobre todo en Brasil, y también en el Perú- y en zonas de la costa (se ha pasado de la producción de alimentos a la de cultivos de caña para obtener etanol) ahonda el problema. Este fenómeno tiene un impacto en la salud del planeta, se afectan nuestros pulmones –sobre todo los de los más pobres-, y están causando la desaparición de muchas especies vivas: animales y vegetales.
En el Perú, particular y adicionalmente, podemos constatar variantes que perfilan el fenómeno: concentración de las tierras agrícolas hasta las 30,000 hectáreas, dedicadas especialmente a monocultivos que son exportados, mientras que los pequeños agricultores -desplazados y con bajos incentivos- producen alrededor del 75% de los alimentos que se consumen internamente. El enorme crecimiento urbano –¡caótico!- en Lima y en varias ciudades de la costa; el consumismo que aumenta y que provoca el “usar y tirar”, haciendo que los residuos se acumulen y hacen que “la tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” (n. 21); la escasez y poca pureza del agua, además de su mal uso, en las viviendas de muchísimas familias. Y un largo etcétera.
Francisco, resalta en muchas páginas el impacto nocivo del paradigma tecnocrático dominante, nos dice: da un “tremendo poder a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero” (n. 104).
La carta muestra además la conexión que el problema del calentamiento global tiene con los problemas de la fuerte pobreza y de las crecientes diferencias entre países, regiones y seres humanos. Esta relación es, en mi opinión, el aspecto más importante de la carta encíclica.
¿Quiénes se están beneficiando? Las empresas transnacionales, especialmente a las extractivas, cuyo poder económico excede la soberanía de los países “en transición”. Existe una fuerte tendencia de rechazo cada vez más directo a los derechos de los pueblos originarios, una exigencia de regulaciones bilaterales que subordinan a los Estados a favor de la maximización de ganancias que superan de largo lo invertido. El apoyo de las ideas neoliberales, que entre las propias empresas y los individuos –aislados, encerrados en un individualismo que se impone cada vez más- no admite interferencias, promueven la reducción de la capacidad de regulación de los Estados y de la organización y participación de la sociedad –en la medida de lo posible-. Desafortunadamente, la información sobre el crecimiento económico y el descenso de la pobreza que se exhiben en los medios de comunicación puede ser somera, silenciar las desigualdades.
En Perú podríamos preguntarnos lo siguiente: entre el 2004 y el 2014, según la información del Ministerio de Economía y Finanzas, la economía ha crecido en 79.08%. ¿Corresponde eso a los datos sobre la disminución de la pobreza o de la desnutrición? ¿Los pacientes con enfermedades graves tienen real acceso a medicamentos efectivos?, ¿Mejoran efectivamente la educación y la salud públicas? etc.
¿Qué propone la encíclica? En los dos capítulos finales Francisco nos da algunas sugerencias:
Una ecología integral –económica, social, institucional, cotidiana, humana finalmente- (c. 5).
- Continuar la investigación interdisciplinaria, su difusión, abierta a todos, en especial a las etnias, culturas y grupos afectados, con consultas efectivas y reales.
- Medir los riesgos de una intervención, considerada ecológica, sobre otras regiones.
- Dar responsabilidad a todos, pero en forma diferenciada. Los países ricos o desarrollados y los que no han logrado un nivel adecuado, el Estado en los diversos niveles –central, regional, local-, las agrupaciones intermedias o de la sociedad civil –incluyendo las diversas religiones- y los mismos consumidores, todas y todos tenemos responsabilidad.
- Mitigación, es decir, disminución de las emanaciones tóxicas y búsqueda intensa de energías renovables –solares, de viento, de zonas cálidas del mar, etc.- Pero también pequeñas acciones como el reciclado de los restos, el control de los focos de calor en los hogares, el uso adecuado del agua, la forestación y hasta las construcciones con vegetación, la regulación del tráfico urbano, la intensificación de la agricultura campesina, y la conciencia de nuestra corporeidad.
Una espiritualidad ecológica (c. 6), que va desde las pequeñas acciones y los pequeños pero contagiosos gestos de solidaridad y amor, que elevan la conciencia de la dignidad humana propia y ajena[2].
- Reforzar a las CEBs o comunidades cristianas y a vincularlas con agrupaciones sociales, afirmar su sentido político y cívico, y la capacidad para diseñar estrategias más amplias.
Finalmente, Francisco, desde una visión cristiana nos muestra el horizonte de la contemplación del amor de Dios activo en la creación y su consumación final en el encuentro con Dios. Invito a todas y todos a hacer una lectura tranquila y comunitaria de este documento excepcional.
[1] Así alude al cántico de san Francisco de Asís sobre la creación, que cita parcialmente en el n. 87, y que vale la pena rezar.
[2] Propone el camino del pequeño amor de Santa Teresita del Niño Jesús, y muestra el sentido de la vida sacramental y de la participación en la Eucaristía.
El acceso a la justicia y la recuperación de restos de personas desaparecidas son los ámbitos donde menos resultados se han obtenido.
Exigimos el respeto de la dignidad de las víctimas de la violencia de 1980 a 2000 #Alerta #CampañadeDifamación
En ningún caso es deseable que las autoridades, más si se trata del Presidente de la República, vacíen de sentido palabras
Que el Estado y la sociedad tomen en cuenta no solo la heroicidad del que fallece sino también las secuelas del hecho.